martes, 6 de noviembre de 2018

Colaboración de AMPZ en la revista de feria 2018


LA CULTURA EN LOS TIEMPOS PRESENTES.

Joaquín Castillo Durán. Presidente

Vivimos tiempos de crisis. Las crisis afectan no solo a la economía y la política sino a todos los aspectos de la vida, por supuesto, también a la cultura. Los elementos culturales proporcionan identidad tanto a las comunidades como a los individuos que las componen, son las huellas que dejaron en su paso por este mundo los que nos precedieron. En los periodos de crisis la cultura se resiente, del mismo modo, resplandece en tiempos de bonanza política y económica.

Cuando la cultura entra en el campo ideológico se clasifica, cultura de derechas, de izquierdas, religiosa, atea, etc; deja de ser cultura, a secas. Las preferencias culturales varían según el bando donde se milite, hasta el punto que los de un bando no suelen asistir a los actos culturales que los otros organizan. Eso sí, todos reivindican que su cultura lo es sin adjetivos: común y válida para todos. Es debate frecuente el que el dinero público no debe gastarse en culturas sectarias, pero nadie admite que la suya lo sea.

Una de las preguntas más frecuentes que casi todos nos hacemos es la de quién o quienes deben hacerse cargo de la conservación del acervo cultural y, sobre todo, con qué medios. Nos equivocaríamos si pensásemos que la conservación del patrimonio cultural es responsabilidad exclusiva de las administraciones, de los políticos. Se dice que la cultura no da votos y por ello no es del interés prioritario de los políticos. La cultura solo interesa a los políticos cuando se utiliza para transmitir, fomentar o sostener una ideología, para crear una mentalidad acomodada a su pensamiento político. Entramos así en la controversia de diferenciar entre ideas e ideología. La cultura proporciona ideas, para captar las ideas hay que aprender a pensar, la enseñanza de las ideologías anula el pensamiento, todo se nos da ya hecho y trazado.

La trasmisión de la cultura a las generaciones sucesivas corre a cargo de la educación. Mediante la educación, cada generación va legando a sus sucesores sus conquistas culturales. Para que una educación sea rica y enriquezca a la persona, la cultura que se ha de trasmitir debe estar abierta a todo lo que la totalidad del espectro social y político ofrece, sin diferencias de ideas ya sean políticas, sociales o credos religiosos, superando la tentación de adoctrinar. La utilización de sistema educativo como medio para adoctrinar y hacer proselitismo, ya sea de naturaleza religiosa o política, lo ha convertido, en el tiempo en que vivimos, en un auténtico fangal del que no es capaz de salir. Muchas instituciones educativas de prestigio se han visto obligadas a abandonar el sistema educativo español y se han adherido a sistemas extranjeros, principalmente anglosajones. 

La primera reflexión que hemos de plantearnos es la de tener claro lo que queremos trasmitir a nuestros sucesores, qué cultura. Si es una cultura plural con la que pueda desarrollar su capacidad de pensamiento o si por el contrario se pretende el adoctrinamiento en aquellos presupuestos e ideas con las que sus ancestros vivieron. Es aquí donde se fundamenta y enraíza el sistema democrático, en abrir las perspectivas mentales de los jóvenes para que estén en condiciones de conformar su propia ideología, sin presiones, dirigismos o influencias externas.
Si entramos en el patrimonio cultural físico, monumentos, esculturas, pinturas, documentación, etc., también tiene su problemática. Las culturas a través de la historia suelen dejar huellas que les son propias y que tienen su expresión más fidedigna en las artes plásticas. Las grandes civilizaciones de la Antigüedad, el Cristianismo, el Islam y otras de ámbito territorial más restringido ha ido generando a través del tiempo todo un cúmulo de elementos culturales cuya posesión/dominio se plantea bastante controvertido. En su momento, fue la sociedad que la envolvía, en su conjunto, la que se sentía dueña de todo el entorno cultural que generaba, pero, el devenir del tiempo, ha pluralizado la sociedad y hoy se plantea el problema de la pertenencia de los bienes raíces y culturales que adquirió cuando todo lo dominaba. Está reciente el traslado de los archivos parroquiales a las sedes episcopales. ¿A quién pertenece dicha documentación? ¿A la iglesia de entonces o a la iglesia de ahora? Hay que tener en cuenta que antaño el estado era confesional. Algo más regulado está lo concerniente al patrimonio artístico, pero, en general, es un campo que tarde o temprano generará problemas derivados de la pertenencia de su dominio.
Si entramos en la relación entre cultura y política también necesita un replanteamiento de calado. Después de mucho tiempo en que la cultura se utilizó para conformar una mentalidad, hemos desembocado en un mundo democrático, plural y abierto a cualquier ideología, sea de tipo político o religioso, siempre que se respeten las reglas del juego. La tentación de utilizar la cultura como herramienta política sigue latente, aunque suele tener poco calado. La política es un medio no un fin, la política debe apoyar cualquier tipo de iniciativa cultural que emane del contexto social y solo hacerse presente allí donde falte. Las iniciativas culturales que emanan de la propia política suelen tener poco calado.

En cuanto a la dimensión económica de la cultura, hemos de decir que la finalidad de la cultura no es la rentabilidad económica, lo que no quiere decir que la sociedad no deba contribuir a la conservación de unos recursos que le son propios en la medida que haga uso de ellos. Sin duda alguna, el Estado tiene la obligación de proteger y conservar los bienes que constituyen el patrimonio cultural, pero ello no quita que el que disfruta de ellos haga su pequeña aportación para que se conserve.

Una de las polémicas de los últimos tiempos está en lo que se da en llamar “turistificación de la cultura”. La cultura ha sido utilizada en todos los tiempos para fomentar el turismo, lo que no quiere decir que esté a su servicio. Los recursos culturales no pueden convertirse en algo exótico, banalizando los mensajes que quieren transmitir. La cultura de un pueblo es el principal fundamento de su identidad y hay que ofrecérsela al visitante en su pureza, de manera amable y motivada, en la idea de que esto ayuda a respetar los modos de vida, las ideas, las creencias y costumbres diferentes de las propias, para superar prejuicios y fortalecer los valores de la tolerancia.

Esta Asociación de Amigos del Museo y Patrimonio de Zafra esta abierta a cuantas ideas y aportaciones se hagan desde cualquier colectivo o de forma individual. Pertenecer a nuestra asociación no cuesta nada, basta con inscribirse. Estamos seguros que, aquellas personas que sientan preocupación por la cultura y el patrimonio de nuestra ciudad, encontrarán aquí una respuesta satisfactoria a sus inquietudes.


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