LA CULTURA EN LOS TIEMPOS PRESENTES.
Joaquín Castillo Durán. Presidente
Vivimos tiempos de crisis. Las
crisis afectan no solo a la economía y la política sino a todos los aspectos de
la vida, por supuesto, también a la cultura. Los elementos culturales
proporcionan identidad tanto a las comunidades como a los individuos que las
componen, son las huellas que dejaron en su paso por este mundo los que nos
precedieron. En los periodos de crisis la cultura se resiente, del mismo modo,
resplandece en tiempos de bonanza política y económica.
Cuando la cultura entra en el
campo ideológico se clasifica, cultura de derechas, de izquierdas, religiosa,
atea, etc; deja de ser cultura, a secas. Las preferencias culturales varían
según el bando donde se milite, hasta el punto que los de un bando no suelen
asistir a los actos culturales que los otros organizan. Eso sí, todos
reivindican que su cultura lo es sin adjetivos: común y válida para todos. Es
debate frecuente el que el dinero público no debe gastarse en culturas
sectarias, pero nadie admite que la suya lo sea.
Una de las preguntas más
frecuentes que casi todos nos hacemos es la de quién o quienes deben hacerse
cargo de la conservación del acervo cultural y, sobre todo, con qué medios. Nos
equivocaríamos si pensásemos que la conservación del patrimonio cultural es
responsabilidad exclusiva de las administraciones, de los políticos. Se dice que
la cultura no da votos y por ello no es del interés prioritario de los
políticos. La cultura solo interesa a los políticos cuando se utiliza para
transmitir, fomentar o sostener una ideología, para crear una mentalidad
acomodada a su pensamiento político. Entramos así en la controversia de
diferenciar entre ideas e ideología. La cultura proporciona ideas, para captar
las ideas hay que aprender a pensar, la enseñanza de las ideologías anula el
pensamiento, todo se nos da ya hecho y trazado.
La trasmisión de la cultura a
las generaciones sucesivas corre a cargo de la educación. Mediante la
educación, cada generación va legando a sus sucesores sus conquistas culturales.
Para que una educación sea rica y enriquezca a la persona, la cultura que se ha
de trasmitir debe estar abierta a todo lo que la totalidad del espectro social
y político ofrece, sin diferencias de ideas ya sean políticas, sociales o
credos religiosos, superando la tentación de adoctrinar. La utilización de
sistema educativo como medio para adoctrinar y hacer proselitismo, ya sea de
naturaleza religiosa o política, lo ha convertido, en el tiempo en que vivimos,
en un auténtico fangal del que no es capaz de salir. Muchas instituciones
educativas de prestigio se han visto obligadas a abandonar el sistema educativo
español y se han adherido a sistemas extranjeros, principalmente anglosajones.
La primera reflexión que hemos
de plantearnos es la de tener claro lo que queremos trasmitir a nuestros
sucesores, qué cultura. Si es una cultura plural con la que pueda desarrollar
su capacidad de pensamiento o si por el contrario se pretende el
adoctrinamiento en aquellos presupuestos e ideas con las que sus ancestros
vivieron. Es aquí donde se fundamenta y enraíza el sistema democrático, en
abrir las perspectivas mentales de los jóvenes para que estén en condiciones de
conformar su propia ideología, sin presiones, dirigismos o influencias
externas.
Si entramos en el patrimonio
cultural físico, monumentos, esculturas, pinturas, documentación, etc., también
tiene su problemática. Las culturas a través de la historia suelen dejar
huellas que les son propias y que tienen su expresión más fidedigna en las
artes plásticas. Las grandes civilizaciones de la Antigüedad, el Cristianismo,
el Islam y otras de ámbito territorial más restringido ha ido generando a
través del tiempo todo un cúmulo de elementos culturales cuya posesión/dominio se
plantea bastante controvertido. En su momento, fue la sociedad que la envolvía,
en su conjunto, la que se sentía dueña de todo el entorno cultural que
generaba, pero, el devenir del tiempo, ha pluralizado la sociedad y hoy se plantea
el problema de la pertenencia de los bienes raíces y culturales que adquirió
cuando todo lo dominaba. Está reciente el traslado de los archivos parroquiales
a las sedes episcopales. ¿A quién pertenece dicha documentación? ¿A la iglesia
de entonces o a la iglesia de ahora? Hay que tener en cuenta que antaño el
estado era confesional. Algo más regulado está lo concerniente al patrimonio
artístico, pero, en general, es un campo que tarde o temprano generará
problemas derivados de la pertenencia de su dominio.
Si entramos en la relación
entre cultura y política también necesita un replanteamiento de calado. Después
de mucho tiempo en que la cultura se utilizó para conformar una mentalidad,
hemos desembocado en un mundo democrático, plural y abierto a cualquier
ideología, sea de tipo político o religioso, siempre que se respeten las reglas
del juego. La tentación de utilizar la cultura como herramienta política sigue
latente, aunque suele tener poco calado. La política es un medio no un fin, la
política debe apoyar cualquier tipo de iniciativa cultural que emane del contexto
social y solo hacerse presente allí donde falte. Las iniciativas culturales que
emanan de la propia política suelen tener poco calado.
En cuanto a la dimensión
económica de la cultura, hemos de decir que la finalidad de la cultura no es la
rentabilidad económica, lo que no quiere decir que la sociedad no deba
contribuir a la conservación de unos recursos que le son propios en la medida
que haga uso de ellos. Sin duda alguna, el Estado tiene la obligación de
proteger y conservar los bienes que constituyen el patrimonio cultural, pero
ello no quita que el que disfruta de ellos haga su pequeña aportación para que
se conserve.
Una de las polémicas de los
últimos tiempos está en lo que se da en llamar “turistificación de la cultura”.
La cultura ha sido utilizada en todos los tiempos para fomentar el turismo, lo
que no quiere decir que esté a su servicio. Los recursos culturales no pueden
convertirse en algo exótico, banalizando los mensajes que quieren
transmitir. La cultura de un pueblo es el principal fundamento de su
identidad y hay que ofrecérsela al visitante en su pureza, de manera amable y
motivada, en la idea de que esto ayuda a respetar los modos de vida, las ideas,
las creencias y costumbres diferentes de las propias, para superar prejuicios y
fortalecer los valores de la tolerancia.
Esta Asociación de Amigos del Museo y Patrimonio de
Zafra esta abierta a cuantas ideas y aportaciones se hagan desde cualquier
colectivo o de forma individual. Pertenecer a nuestra asociación no cuesta
nada, basta con inscribirse. Estamos seguros que, aquellas personas que sientan
preocupación por la cultura y el patrimonio de nuestra ciudad, encontrarán aquí
una respuesta satisfactoria a sus inquietudes.
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