El viaje comenzó a las siete de la mañana, con visible amenaza de lluvia, pero que apenas en el transcurso del día alteró las visitas previstas. Antes de las once estábamos en Cáparra, en donde visitamos, primero, el Centro de Interpretación y, después, recorrimos las ruinas en las que nos detuvimos en el recién excavado anfiteatro, la puerta sureste, recorrimos el cardo hasta tener a la vista el tetrápilo. Fue detenida la visita que hicimos a las termas, al arco y al foro.
Sobre las trece treinta llegamos a Guijo de Granadilla. Recorrimos a pie la calle principal, hasta alcanzar la plaza en la que se encuentra el monumento a José María Gabriel y Galán y la casa en que vivió, parte de la cual es hoy un Museo memorial del poeta. Como tuvimos que dividirnos en grupos para visitarla, entre tanto esperábamos, escuchamos un recital de poemas ante el monumento. Corrió a cargo de José Carlos Risco Chamizo, alumno de la UMEX, a quien agradecemos su entrega apasionada y vibrante durante la recitación.
Tras la comida en el restaurante La Jara, partimos hacia Granadilla, para ver el entorno urbano la villa medieval rescatado de la destrucción y olvido al que parecía había condenado la construcción de un pantano que lleva el nombre del poeta. Viajar a Granadilla siempre es grato, da igual el momento, el entorno natural bellísimo, se completó con las aguas que anegan artificialmente el valle y casi aíslan la vieja villa. El castillo de finales del siglo XV nos vigilaba, enhiesto y desafiante con simétrica composición, al traspasar la puerta de la villa. Y ya anocheciendo, nos despidió, apenado como nosotros, hasta una próxima vez…
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